Recuerdo bien la noche bajo la que contamos una a una cada estrella, tú contaste más de cien y yo sólo alcance a contar cincuenta, pero te creí para que las restantes se develaran a mis ojos, y así sucedió. Te creo porque te pareces a mí, siempre he pensado que eres mi otra parte; la mitad perdida en la turbulencia, mi otro yo condenado al ruido de esa ciudad llena de rincones obscuros y absurdos, donde los andares son a prisa y la mirada es ciega; donde el oído no se escucha y la boca no se muerde. Te creo porque soy tu yo alterno, tu ser negado: tu no-ser, donde siempre te encuentras pleno, donde naces y mueres, mueres y naces; siempre tan mortal encarnando inmortalidad. Tú lo sabes bien porque lo sé yo y eso es suficiente. No lo olvido porque lo decías en cada carta, en cada mirada enviada por las noches, en cada cuerpo que llenaba los vacíos de mi espacio, en cada tarde sobre alcohol que llenaba tus ojos y mis manos; lo decías con tan buenas palabras que no lo olvido aunque finja hacerlo. No creas que olvide el secreto, siempre miento, siempre simulo que no lo sé para no quererte más; soy buena para actuar con indiferencia, me sale tan natural que hasta yo me creo, pero es sólo el papel que mejor he estudiado, el que mejor me aprendí. Tú no sabes que te cuento en silencio toda mi vida, todas mis historias de ensueño, toda mi realidad negada, todo lo que hay fuera y dentro de mí; tú no lo sabes porque hace tiempo que dejaste de escribir y eso me dolió tanto, que yo también deje de hacerlo sólo por mero orgullo, sé que es absurdo, y sé que es tonto, pero fue para mí símbolo de rompimiento del secreto que fuimos y somos, y seremos. Pero lo sabes, pero disimulas igual que yo, pues al final somos uno, lo sabes porque cada vez que uso los cuadros de colores, cada vez que suspiro frente a esta fotografía, cada vez que re-leo y re-leo tus letras y guardo con celo mi más grande recuerdo en la bolsa del sur: sientes sobre tu carne mis dibujos y sobre tus labios mi suspiro, sé que la letra que leo es mi letra leída por ti y sé que te sientes encerrado entre hilos de lana, te sabes envuelto en ellos y así te quedas quieto, callado, junto a mí, esperando el crepúsculo para luego ir a dormir.
9.30.2008
9.22.2008
Regreso
Noche infame llena de ángeles sin rostro:
Simulantes de ternura asesina
Simulantes de cielo desaparecido
Simulantes del terrestre infierno
Arrojen poderes sobre la voluntad divina
Que yace en cada uno de nosotros.
9.18.2008
Retirada
Las palabras no se me dan
Dejaré el oficio nunca adquirido antes de que sea demasiado tarde
Antes de cualquier arrepentimiento
Antes de mañana
Antes de hoy
No vaya a ser que el error me delate ante el tribunal de mis ojos
o ante mi oído despierto.
Ahora todavía es tiempo
Nadie sabe de mí, ni de mi tinta
Nadie me escucha porque siempre hablo para adentro
Siempre para mí y en voz quedita
quedita para que yo tampoco escuche
Nadie notará mi atrevimiento porque nunca me atreví
y no pienso hacerlo.
Es mejor quedarse quieta en la esquina
Mirando como camina todo
Mirando como la actualidad se aleja de cualquier posible proyección.
Eso es
Me pondré detrás de toda obscuridad
Y esperaré el nacimiento de la nueva luz que ilumine el camino
Para conducirme serenamente al alzamiento ligero.
9.15.2008
Altazor (Fragmento)
En vano buscas ojo enloquecido
No hay puerta de salida y el viento desplaza los planetas
Piensas que no importa caer eternamente si se logra escapar
¿No ves que vas cayendo ya?
Limpia tu cabeza de prejuicio y moral
Y si queriendo alzarte nada has alcanzado
Déjate caer sin parar tu caída sin miedo al fondo de la sombra
Sin miedo al enigma de ti mismo
Acaso encuentres una luz sin noche
Perdida en las grietas de los precipicios
No hay puerta de salida y el viento desplaza los planetas
Piensas que no importa caer eternamente si se logra escapar
¿No ves que vas cayendo ya?
Limpia tu cabeza de prejuicio y moral
Y si queriendo alzarte nada has alcanzado
Déjate caer sin parar tu caída sin miedo al fondo de la sombra
Sin miedo al enigma de ti mismo
Acaso encuentres una luz sin noche
Perdida en las grietas de los precipicios
Vicente Huidobro
Entre pestañas
La música espantaba al ojo que curioseaba el espacio. El ojo, visionario implacable no dejó cualquier intento por descubrir el misterio escondido en los cuerpos móviles que se paseaban y pavoneaban sobre las aceras húmedas, llenas de viejas hojas otoñales que caían sin vértigo sobre el escenario carente de sol.
Y así pasó toda la noche, sobre la ventana del tercer piso el ojo miraba, miraba, miraba la expansión de su cuerpo sobre el todo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)