8.29.2010

IV




A veces, el respiro perdemos en la caída
A veces las piernas se quiebran cuando queremos volver a caminar
Pero qué si nos hundimos
Qué si nos rompemos
No importa qué tan duro sea el golpe 
Ni qué tanto falte el aire
Siempre en el fondo nuestro
¡Hay resurrección!
¡Hay nuevo nacimiento!

8.23.2010

Doris Dörrie





Esta película tienes escenas hermosas que me llenan de tranquilidad y desemboca en  llanto silencioso cuando comienza la danza hacia la obscuridad. Véanla, vale mucho la pena. Suerte.




*Sinopsis:  




Doris Dörrie se inspiró en Historia de Tokio (1953) de Yasujiro Ozu para hablar de Alemania, Japón y el teatro Butoh. En esta historia la realizadora contrapone el frio individualismo occidental a la visión oriental de continuidad de la vida. Rudi, esposo y padre de familia, sufre de cáncer pero desconoce su enfermedad. Su esposa, Trudi, una mujer llena de vida, muere repentinamente sin haber cumplido su sueño de conocer Japón. Rudi devastado por su irreparable pérdida viaja a Japón, donde llega en plena celebración del Hanami, la floración de los cerezos, símbolo de la belleza y de lo efímero.



Comentario del Director:  

Ahora comprendo ese amor tan especial que tienen los japoneses por los pequeños detalles de la vida y que Ozu evocara tan bien en sus filmes. El tema favorito de Ozu es también el mío: la familia.


(*Cineteca Nacional) 

8.16.2010

Ayer




Calma, silencio, dulzura y en el cielo, amable obscuridad. 


8.09.2010

Una sombra errante

‎"El individuo es como la ola que se eleva en la superficie del agua. Cae muy rápido en la masa solidaria que la engulle. Recae siempre en el irresistible movimiento que la lleva. ¿Pero por qué no elevarse una vez y otra y otra?" 


Pascal Quignard

8.05.2010

Entre papeles


Cuidado con las gotas que golpean el cuerpo
Siempre con la más despiadada intención.
La marea negra es siempre insistente
con sus olas de autos automáticos
que andan sin conductor.

8.01.2010

Pirandello


1. Premisa *

"Hubo un tiempo en que una de las pocas cosas, quizá la única, que yo supiera de cierto era ésta: que me llamaba Matías Pascal. Y de ello me aprovechaba. Siempre que algún amigo o conocido mío daba muestras de haber perdido el bien de la inteligencia, hasta el punto de venir a pedirme consejo o indicación alguna, me encogía de hombros, entornaba los ojos y respondía:



     -Yo me llamo Matías Pascal
     -Gracias, querido amigo; pero ya lo sabía
     -¿Y te parece poco?"



*Pirandello, Luigi. (1971). El difunto Matías Pascal. España; Salvat Editores. p. 11