2.23.2013

Querido J:


¿Cuántos recuerdos habremos olvidado? ¿Cuántos habremos borrado? ¿Cuántos habremos perdido? ¿Dónde han quedado? ¿Acaso existe una caja como la de objetos perdidos en campaña? ¿O es que yacen en lo más profundo de nuestro ser, esperando sólo un movimiento para salir a la superficie? ¿A dónde van las personas queridas cuando se van? ¿Deveritas se van?

Cuando te conocí apenas si hablaba y no porque fuera muda o algo así, sino porque no sabía qué decir o cómo decirlo. Mi mayor problema era no hablar, los monosílabos eran mis palabras favoritas (muchos se acordaran de eso, la perversa Denise dice que en 2001,  llegó a pensar que era autista). Hasta ese momento no había tenido problemas con responder con un sí o no, o mejor aún, me las había arreglado a contestar con una simple y vana sonrisa, pero contigo no se podía usar sólo eso y yo quería expresar mis vivencias campañeras; quería contártelas, era como una necesidad: ¿acaso no todos los seres buscan un modo para expresar su ser?. Así que aprendí a escribir, a escribirme, a expresar mi ser en la escritura. Ese fue uno de los decubrimientos más grandes en aquellos años y yo siempre te culparé a ti, siempre serás tú el provocador. Después de eso, te escribí toda la campaña, todas las que le siguieron y las que no le siguieron. Por eso puedo decir, que en 2001, en mi primera campaña de alfabetización, yo también aprendí a escribir y quizá por eso no fui muy buena alfabetizadora, pues cómo enseñar lo que apenas se está aprendiendo. 

Nuestras charlas siempre fueron cortas, eso de hablar a viva voz  como que nunca se me dio muy bien contigo, pero eso sí, nos hablamos siempre muy bien en el silencio. Recuerdo, que en nuestros viajes de visita a Mirta y Denise, apenas si decíamos algo; apenas si hablabamos: preferíamos observar cada rasgo del camino. Era maravilloso, era como si las palabras sobraran; como si no hicieran falta para alguien como tú y como yo, que nos entendíamos con los simples gestos y las miradas, con "no decir algo"  parecía que decíamos todo lo que siempre tuvimos que decirnos. En nosotros y en aquellos momentos eran tan ciertas las palabras de Comte-Sponville:  

"...El silencio y la eternidad van siempre juntos: nada que decir, nada que esperar, puesto que todo está ahí."

Esos momentos los recuerdo con tanto cariño porque era tan feliz de ser tu copiloto y viajar las horas a tu lado

Te quiero tanto, porque contigo aprendí que siempre existen otros modos y si no existen, pues hay que inventarlos. 

Quizá esto sea la último que te escriba, ahora te hablaré en el silencio de la flor, de la nube, de la tierra y de todo lo que usa el silencio como voz.  Y en el silencio del cosmos nos encontraremos siempre, mi querido amigo. 



Te abrazo fuerte y quiero harto,
I







P.D."...Aquí morimos.
Aquí morimos todos juntos,
a pesar del orden o del desorden
de morir falsamente uno a uno."

Roberto Juarroz


2.22.2013


"No tenemos un lenguaje para los finales
para la caída del amor, 
para los concentrados laberintos de la agonía,
para el amordazado escándalo
de los hundimientos irrevocables.

¿Cómo decirle a quien nos abandona
o a quien abandonamos
que agregar otra ausencia a la ausencia 
es ahogar todos los nombres
alrededor de cada imagen?

¿Cómo hacer señas a quien muere
cuando todos los gestos se han secado,
las distancias se confunden en un caos imprevisto,
las proximidades se derrumban como pájaros enfermos
y el tallo del dolor
se quiebra como lanzadera
de un telar descompuesto?

¿O cómo hablarse cada uno a sí mismo
cuando nada, cuando nadie ya habla,
cuando las estrellas y los rostros son secreciones neutras
de un mundo que ha perdido
su memoria de ser mundo?

Quizá un lenguaje para los finales 
exija la total abolición de los otros lenguajes,
la imperturbable síntesis
de las tierras arrasadas.

O tal vez crear un habla de intersticios
que reúna los mínimos espacios
entreverados entre el silencio y la palabra
y las ignotas partículas sin codicia
que sólo allí promulgan 
la equivalencia última
del abandono y el encuentro"

Roberto Juarroz
Undécima poesía vertical


2.01.2013

Él o ella

Su corazón mide apenas un centímetro, su latido es fuerte y firme: por él late la humanidad entera.