Su voz se deforma de manera grotesca. La lentitud con la que se percibe el tiempo, es casi insoportable, sólo resta esperar ansiosamente la apertura a la huída, pero la puerta no abre y mis pies se anclan uno a uno al suelo. La tragedia desliza su rostro por los huecos del ventanal y el miedo comienza. Todo es retorno, desde el final al principio y del principio al final.
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