Querido J:
¿Cuántos
recuerdos habremos olvidado? ¿Cuántos habremos borrado? ¿Cuántos
habremos perdido? ¿Dónde han quedado? ¿Acaso existe una caja como la de objetos perdidos en campaña? ¿O es que yacen en lo más
profundo de nuestro ser, esperando sólo un movimiento para salir a la
superficie? ¿A dónde van las personas queridas cuando se van? ¿Deveritas
se van?
Cuando te conocí apenas si hablaba y no porque fuera muda o algo así, sino porque no sabía qué decir o cómo decirlo. Mi mayor problema era no hablar, los monosílabos eran mis palabras favoritas (muchos se acordaran de eso, la perversa Denise dice que en 2001, llegó a pensar que era autista). Hasta ese momento no había tenido problemas con responder con un sí o no, o mejor aún, me las había arreglado a contestar con una simple y vana sonrisa, pero contigo no se podía usar sólo eso y yo quería expresar mis vivencias campañeras; quería contártelas, era como una necesidad: ¿acaso no todos los seres buscan un modo para expresar su ser?. Así que aprendí a escribir, a escribirme, a expresar mi ser en la escritura. Ese fue uno de los decubrimientos más grandes en aquellos años y yo siempre te culparé a ti, siempre serás tú el provocador. Después de eso, te escribí toda la campaña, todas las que le siguieron y las que no le siguieron. Por eso puedo decir, que en 2001, en mi primera campaña de alfabetización, yo también aprendí a escribir y quizá por eso no fui muy buena alfabetizadora, pues cómo enseñar lo que apenas se está aprendiendo.
Nuestras charlas siempre fueron cortas, eso de hablar a viva voz como que nunca se me dio muy bien contigo, pero eso sí, nos hablamos siempre muy bien en el silencio. Recuerdo, que en nuestros viajes de visita a Mirta y Denise, apenas si decíamos algo; apenas si hablabamos: preferíamos observar cada rasgo del camino. Era maravilloso, era como si las palabras sobraran; como si no hicieran falta para alguien como tú y como yo, que nos entendíamos con los simples gestos y las miradas, con "no decir algo" parecía que decíamos todo lo que siempre tuvimos que decirnos. En nosotros y en aquellos momentos eran tan ciertas las palabras de Comte-Sponville:
"...El silencio y la eternidad van siempre juntos: nada que decir, nada que esperar, puesto que todo está ahí."
Esos momentos los recuerdo con tanto cariño porque era tan feliz de ser tu copiloto y viajar las horas a tu lado.
Te quiero tanto, porque contigo aprendí que siempre existen otros modos y si no existen, pues hay que inventarlos.
Quizá esto sea la último que te escriba, ahora te hablaré en el silencio de la flor, de la nube, de la tierra y de todo lo que usa el silencio como voz. Y en el silencio del cosmos nos encontraremos siempre, mi querido amigo.
Te abrazo fuerte y quiero harto,
I
Cuando te conocí apenas si hablaba y no porque fuera muda o algo así, sino porque no sabía qué decir o cómo decirlo. Mi mayor problema era no hablar, los monosílabos eran mis palabras favoritas (muchos se acordaran de eso, la perversa Denise dice que en 2001, llegó a pensar que era autista). Hasta ese momento no había tenido problemas con responder con un sí o no, o mejor aún, me las había arreglado a contestar con una simple y vana sonrisa, pero contigo no se podía usar sólo eso y yo quería expresar mis vivencias campañeras; quería contártelas, era como una necesidad: ¿acaso no todos los seres buscan un modo para expresar su ser?. Así que aprendí a escribir, a escribirme, a expresar mi ser en la escritura. Ese fue uno de los decubrimientos más grandes en aquellos años y yo siempre te culparé a ti, siempre serás tú el provocador. Después de eso, te escribí toda la campaña, todas las que le siguieron y las que no le siguieron. Por eso puedo decir, que en 2001, en mi primera campaña de alfabetización, yo también aprendí a escribir y quizá por eso no fui muy buena alfabetizadora, pues cómo enseñar lo que apenas se está aprendiendo.
Nuestras charlas siempre fueron cortas, eso de hablar a viva voz como que nunca se me dio muy bien contigo, pero eso sí, nos hablamos siempre muy bien en el silencio. Recuerdo, que en nuestros viajes de visita a Mirta y Denise, apenas si decíamos algo; apenas si hablabamos: preferíamos observar cada rasgo del camino. Era maravilloso, era como si las palabras sobraran; como si no hicieran falta para alguien como tú y como yo, que nos entendíamos con los simples gestos y las miradas, con "no decir algo" parecía que decíamos todo lo que siempre tuvimos que decirnos. En nosotros y en aquellos momentos eran tan ciertas las palabras de Comte-Sponville:
"...El silencio y la eternidad van siempre juntos: nada que decir, nada que esperar, puesto que todo está ahí."
Esos momentos los recuerdo con tanto cariño porque era tan feliz de ser tu copiloto y viajar las horas a tu lado.
Te quiero tanto, porque contigo aprendí que siempre existen otros modos y si no existen, pues hay que inventarlos.
Quizá esto sea la último que te escriba, ahora te hablaré en el silencio de la flor, de la nube, de la tierra y de todo lo que usa el silencio como voz. Y en el silencio del cosmos nos encontraremos siempre, mi querido amigo.
Te abrazo fuerte y quiero harto,
I
P.D."...Aquí morimos.
Aquí morimos todos juntos,
a pesar del orden o del desorden
de morir falsamente uno a uno."
Roberto Juarroz
Aquí morimos todos juntos,
a pesar del orden o del desorden
de morir falsamente uno a uno."
Roberto Juarroz