2.19.2012

1702


Después de una breve oración, la gran noche liberó su fuerza y nos arrastró hacia un lugar común; no hubo que decir nada, porque nuestro cuerpo entero expresaba alegría y en cada movimiento, hasta en el más torpe sonreía mi corazón. Lástima que la noche acaba, así acabó tu aparición, pero tu imagen quedó grabada en mi cuerpo como aquella primera vez que te vi.  

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